Muchas veces los besos suelen ser tomados a la ligera. Sin embargo, un beso bien dado puede llegar a ser el principio de una buena historia.
Eso fue lo que le pasó a Jimena. Había conocido a Nicolás en una noche sin luna. Luego de una charla intrascendente y poco interesante, justo cuando la chica estaba por despedirlo sin pena ni gloria, el hombre la besó. Fue un beso increíble. Digamos que a Jimena le sorprendió la manera en que Nicolás la miró profundamente a los ojos, la tomó de una mano, la pasó por detrás de su cintura, la atrajo hacia él... y la besó. Al principio fue un beso lento, de labios secos y semicerrados. Luego, comenzó a crecer la intensidad, a medida que la boca se entreabría y esos tímidos labios se empezaban a mojar. Una vez que la chica dejó de mostrar resistencia y se dejó llevar por sus sorpresivas ganas de seguir besando, el chico comenzó a hurgar en la boca de Jimena, buscando su lengua esquiva. Ella se dejó llevar, se acomodó mejor, tomó coraje y abrió la boca con ganas, devorándose a Nicolás que ya no necesitaba seguir insistiendo. De a ratos dejaban de besarse, se miraban unos segundos, respiraban lento y profundo y volvían a encontrarse. Se mordisqueaban los labios, se lamían las comisuras. Se gustaban, se degustaban, se sentían, se olfateaban, se probaban, se maridaban, se complementaban, se devoraban, se saciaban, se bebían. A veces, la chica lo tomaba del cuello, le levantaba la cabeza con ambos pulgares y pasaba su lengua por la garganta y por la pera de Nicolás, para clavarle apenas los dientes y luego seguir besándolo. Y así, se comieron a besos un buen rato, cruzando fluidos, abriendo sus bocas y jugando con sus lenguas. No… los besos no deben ser tomados a la ligera.
Creo firmemente que si un hombre no es generoso al besarme, tampoco sabrá hacerme el amor.Eso fue lo que le pasó a Jimena. Había conocido a Nicolás en una noche sin luna. Luego de una charla intrascendente y poco interesante, justo cuando la chica estaba por despedirlo sin pena ni gloria, el hombre la besó. Fue un beso increíble. Digamos que a Jimena le sorprendió la manera en que Nicolás la miró profundamente a los ojos, la tomó de una mano, la pasó por detrás de su cintura, la atrajo hacia él... y la besó. Al principio fue un beso lento, de labios secos y semicerrados. Luego, comenzó a crecer la intensidad, a medida que la boca se entreabría y esos tímidos labios se empezaban a mojar. Una vez que la chica dejó de mostrar resistencia y se dejó llevar por sus sorpresivas ganas de seguir besando, el chico comenzó a hurgar en la boca de Jimena, buscando su lengua esquiva. Ella se dejó llevar, se acomodó mejor, tomó coraje y abrió la boca con ganas, devorándose a Nicolás que ya no necesitaba seguir insistiendo. De a ratos dejaban de besarse, se miraban unos segundos, respiraban lento y profundo y volvían a encontrarse. Se mordisqueaban los labios, se lamían las comisuras. Se gustaban, se degustaban, se sentían, se olfateaban, se probaban, se maridaban, se complementaban, se devoraban, se saciaban, se bebían. A veces, la chica lo tomaba del cuello, le levantaba la cabeza con ambos pulgares y pasaba su lengua por la garganta y por la pera de Nicolás, para clavarle apenas los dientes y luego seguir besándolo. Y así, se comieron a besos un buen rato, cruzando fluidos, abriendo sus bocas y jugando con sus lenguas. No… los besos no deben ser tomados a la ligera.
He dicho.
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